-Fantasmas y el secreto de la tabla Esmeralda es un juego de MIEDO con figurantes. Existen varias versiones según el nivel de miedo que quieras experimentar. Modo investigación, modo normal y modo intenso.
-No es apto para menores de 16 años. Si todos los jugadores son menores de 16 años tendrán que ir acompañados de un progenitor.
-La ubicación de la sala está en el mismo local que El Viaje y los tesoros de Kokulkán, en la Calle Moleta nº34 de San Juan.
-El juego dura 90-100 minutos.
-En algunos espacios, la altura está limitada a 1,93m.
-El juego admite un máximo de 8 jugadores. La modalidad de 2 y 3 jugadores solo está recomendada para aquellos equipos con experiencia y muchas salas resueltas.
-Las reservas se harán por la web con un mínimo de 4 horas de antelación.
-Si quieres reservar el mismo día con menos de 4 horas de antelación ponte en contacto con nosotros (teléfono o Whatsapp ).
-Al realizar la reserva, recibiréis un correo de confirmación con los detalles de vuestra cita. Si no lo recibís contactar con nosotros.
-No se permiten cambios o cancelaciones con menos de 48h.
-Cuando os registréis es muy importante que pongáis vuestro número de móvil ya que recibiréis instrucciones horas antes de vuestra cita por WhatsApp.
-El resto del pago se hará en efectivo preferiblemente o Bizum.
-Se podrá PROHIBIR la entrada a toda aquella persona que acuda bajo los efectos del alcohol u otras sustancias.
-Si tenéis alguna duda revisar nuestras preguntas frecuentes o contactar con nosotros.
-Si al final el número de jugadores es diferente al de la reserva no pasa nada, solo pagarán los que jueguen finalmente. Pero NO se podrá superar el máximo de 8 jugadores.
Teléfono: 722655506
E-mail: info@spainingame.com
Arturo, quinto descendiente de la adinerada familia Soler, y su hija Ana comparten una sana afición por los puzles que, tras la noche del viernes, se tornará en obsesión por la arqueología. Actual propietario del emporio textil familiar, Arturo viaja muy a menudo alrededor del mundo en busca de las mejores telas a importar. Al salir del cine, acuerdan con Ana que, a cada viaje, Arturo volverá con un objeto antiguo y exótico que, a imagen de su nuevo ídolo el Dr. Jones, deberán descifrar, catalogar y conservar.
Ana, una niña brillante y llena de curiosidad, nace con una extraña enfermedad de la piel, lo que le impedía asistir al colegio o relacionarse con otros niños. Su única compañía era su familia y los mayordomos de la casa.
Con el paso del tiempo, el despacho de Arturo se convierte en el museo arqueológico más importante de Alcoy: Anubis de Egipto, máscaras funerarias de Perú, tablas de escritura cuneiforme de Irán… Padre e hija pasan incontables horas encerrados en esa sala, estudiando lenguas muertas y descifrando antiguos acertijos para desesperación de María, esposa de Arturo y madre de Ana que, embarazada de dos meses, pasa incontables horas sola en la gran mansión familiar. Estos objetos levantan además la curiosidad y el recelo del señor Blas, quinto descendiente de la familia de mayordomos empleados por los Soler, un hombre de cerrado y sacristía que ve con malos ojos la acumulación de objetos “impíos” a la vez que envidia la fortuna amontonada en ese despacho.
El viaje que Arturo realiza a Estambul durante la primavera de 1987 marcará el principio del fin de la familia Soler.
A su regreso, Arturo convoca a su pequeña familia en la puerta de la casa, llamando a su vez la atención del señor Blas que, desde lo alto de la escalera, mantiene un ojo curioso a lo acontecido más abajo. Entre una gran excitación y un extraño júbilo, Arturo saca un paquete envuelto en tela blanca que parece desprender un tenue halo de luz verdosa. Al abrirlo, Arturo revela un objeto que cambiará para siempre las vidas de todos los presentes.
-“Os presento la Tabla Esmeralda”, susurró Arturo a su embelesada familia.
Una plancha del tamaño de un folio hecha de esmeralda pura ilumina los rostros de todos los presentes que, como hipnotizados, recorren las líneas de símbolos crípticos tallados en ella.
-“¡El códice de los alquimistas”, exclamó Ana, rompiendo el extraño trance en el que se habían sumido todos.
-“Así es”, respondió Arturo, “la tabla cuyo texto revela el secreto de la piedra filosofal, de la finalidad del Ser, del Ouroboros”.
-“¿El Ouro qué?” Dijo María con un tono de enfado, sintiendo que pasaría las próximas semanas sin su marido y su hija.
-“El Ouroboros, mamá, el Uno y el Todo que explica el hermetismo”, respondió Ana, condescendiente, para orgullo de su padre.
-“De verdad que me vais a volver loca, ¿eh?” concluyó la madre, exasperada, mientras se alejaba.
En lo alto de las escaleras, el descubrimiento de la tabla y las palabras de la familia provocaron que algo se rompiera en el interior del señor Blas. Quería esa tabla. No, la necesitaba. Era vital para su existencia. Esa tabla debía de ser suya. A cualquier precio.
Los días posteriores a la vuelta de Arturo trajeron a la casa la rutina bien conocida por María: tras el trabajo y la escuela, padre e hija cenaban rápidamente y posteriormente se encerraban en el despacho de este, ávidos de conocimiento y enigmas.
Sin embargo, María se percató de algo inusual: el señor Blas organizaba ahora las tareas de la tarde de tal manera que todas ocurrían en torno al despacho de Arturo, hasta tal punto de sorprenderlo con una oreja pegada a la puerta del despacho.
-“¿Quiere que le traiga un vaso para escuchar mejor, señor Blas?” Dijo María, burlona.
-“Estaba limpiando la puerta, que tiene mucho polvo, nada más” respondió sonrojado mientras se alejaba a paso ligero de allí.
Tras hablarlo, la pareja no quiso darle más importancia al asunto. No obstante, una noche, unos murmullos procedentes de la habitación de Ana despertaron a Arturo. Cuál fue su sorpresa cuando, al acercarse, descubrió a la pequeña con la Tabla Esmeralda en sus manos y, a su lado, al señor Blas interrogándola.
-“¡Pero qué está pasando aquí!” Exclamó Arturo.
-“Estoy enseñando al señor Blas a entender esta escritura, papá” respondió la niña, risueña.
El incidente trajo consecuencias. El padre, preocupado, decidió dar un par de meses de vacaciones pagadas al señor Blas que, resignado, tuvo que aceptarlas. Tras una charla en familia, Arturo decidió que la colección de antigüedades amasada en la casa tenía demasiado valor como para tenerla tras una simple puerta en su despacho: había que hacer reformas en la mansión y dedicarle una sala entera a la colección. Asimismo, para darle un toque de “Indiana Jones” a la casa, padre e hija decidieron que, para acceder a la colección, habría que resolver una serie de enigmas que sólo ellos conocerían.
A su vuelta de vacaciones, el señor Blas quedó estupefacto al descubrir que el despacho de Arturo había simplemente desaparecido.
-“¿Pero qué demonios ha pasado aquí?” se exclamó, entre la sorpresa y el enfado.
-“Ya no se tendrá que preocupar por la limpieza de mi despacho, señor Blas. Básicamente porque lo he cambiado de sitio”, respondió Arturo, mirando con una sonrisa cómplice a su hija.
Con el paso de los meses, el comportamiento del señor Blas se hizo cada vez más excéntrico y huraño. Más de una vez lo sorprendían tocando los muros de algún pasillo, murmurando, con el rostro desencajado, antes de pasar rápidamente a otra tarea.
Una noche, una conversación subida de tono entre Ana y el señor Blas, motivado por la obsesión de este con la Tabla Esmeralda, acabó en tragedia. Ana cayó por las escaleras, su frágil cuerpo impactó brutalmente contra el suelo. El señor Blas, temiendo las consecuencias, ocultó su cuerpo en el pozo del patio, susurrando excusas de un accidente.
A la mañana siguiente, María fue a despertar a Ana, pero al llegar a la habitación, vio que su hija no estaba.
-“¡Arturo! ¡Dile a tu hija que no son horas de jugar en vuestra habitación secreta! ¡Tiene que hacer sus tareas!”
Saliendo del baño entre risas, Arturo fue a buscar a su hija, cerciorándose antes de que ni su mujer ni el curioso mayordomo lo espiaban. A su regreso, María pudo ver en el rostro de su marido que algo no iba bien.
-“No está en el despacho, ¿seguro que no está con Blas?”
Preguntaron a Blas, que se limitó a encogerse de hombros y decir que no tenía idea de dónde podía estar Ana. El ligero enfado de las primeras horas se tornó en preocupación llegada la tarde y en angustia al caer la noche. Decidieron llamar a la policía que empezó a organizar una búsqueda por la ciudad, sin éxito. Ana se había volatilizado. El paso de los días sumió a la pareja en una profunda tristeza, mientras Arturo gastaba su dinero en detectives y búsquedas privadas para dar con su hija. Cada vez más aislado en su despacho, Arturo escrutaba la Tabla Esmeralda, convencido de que la solución a la desaparición de Ana se encontraba en esos símbolos crípticos.
La muerte de Ana fue solo el comienzo. Un día Arturo desapareció. Entró en su despacho y no volvió a aparecer nunca más, sumido en su búsqueda de respuestas en la Tabla Esmeralda.
Sumida en la profunda tristeza por tanta pérdida, María decidió salir de aquella maldita casa. Se llevaría a su hijo nonato lejos de allí, exactamente a Inglaterra, lejos de la larga sombra que se había abatido en aquella lúgubre mansión.
Años más tarde, Xavier Soler, el hijo nacido en Inglaterra, a raíz del “Brexit”, regresa a la mansión. La familia de los mayordomos, quienes han cuidado de la casa durante generaciones, ahora ansían reclamar la propiedad y descubrir los secretos que alberga, especialmente la ubicación de la Tabla Esmeralda.
Xavier, consciente del peligro que corre la herencia familiar, hace una llamada de auxilio a equipo de exploradores, pidiéndoles que encuentren las escrituras de la casa y, si es posible, la Tabla Esmeralda. Los fantasmas del pasado, la tragedia de Ana y la obsesión de Blas siguen presentes, envolviendo la mansión en un aura de misterio y terror.